Socorristas de Barreiros, héroes en el mar abierto

Socorristas de Barreiros, héroes en el mar abierto

Más de veinte profesionales velan por la seguridad de los bañistas en los once kilómetros de arenales

José López, Adrián, Borja y Brais, desde la izquierda .

José López, Adrián, Borja y Brais, desde la izquierda .

LAS PLAYAS de Barreiros son de las más admiradas en A Mariña. Los once kilómetros de sus once arenales son un lugar habitual de descanso para muchos lucenses, pero también para gente que llega desde el resto de Galicia, de otras comunidades e incluso del extranjero. Pero sus playas de mar abierto no poseen la virtud de ser serenas y calmadas. Sus agitadas aguas necesitan del trabajo de expertos, como son el caso de Adrián López, Brais Vázquez o José López, tres de los más de veinte profesionales que trabajan este verano en Barreiros.

Su día a día profesional empieza poco antes de las 12.00 horas. Observan el mar, las corrientes, las mareas…. En definitiva, los diferentes parámetros para decidir qué bandera poner. La mayor parte de tiempo es la amarilla la que ondea.

Al ser arenales de mar abierto, el viento del norte, más concretamente el nordés, agita el mar, lo revuelve, y es muy difícil ver ondear en alguna de sus playas una bandera verde, que significa baño sin peligro. “El primer día que la pusimos desde el día 1 de julio fue el 19”, dice Borja Rocha, coordinador de los socorristas de Barreiros. ¿Y se hace caso cuando se pone la bandera roja? “Nosotros siempre intentamos acotar una zona pequeña para el baño, porque entendemos que una persona que viene un domingo y no se pueda bañar es un fastidio; si el mar está mal, preferimos permitir el baño en una zona pequeña para tenerla controlada”, explica Brais, uno de los socorristas que este año está en la playa de Altar.

No siempre los bañistas hacen caso a los socorristas. Si se da esa situación, tienen que llamar al coordinador, que intenta solucionar el problema. Si persiste, el siguiente paso es la llamada a la Guardia Civil. En 2017, hasta ahora, solo han tenido que llamarla una vez, por el caso de un joven inglés que quería practicar kite surf en un horario no permitido y por su falta de respeto.

Los socorristas, la mayoría del tiempo, están cerca de la orilla, controlando el baño. Se turnan en cortos espacios de tiempo para comer, aunque también depende del día y de la climatología. “No es lo mismo un domingo de finales de julio que un miércoles de mal tiempo de finales de agosto”, explica José López. El almuerzo, en muchas ocasiones, consiste en lo que pueden traer de casa en un recipiente. “El bocadillo es el último recurso”, dice Adrián, que lleva siete años como socorrista en las playas de Barreiros, al igual que sus compañeros.

Sus actuaciones más corrientes consisten en atender picaduras de ariegos o diversos cortes. También, en ocasiones, ayudan a familiares a buscar a personas perdidas. “Pasa algunas veces que una persona se baña, y en vez de volver a la toalla se va a pasear, y sus acompañantes no le ven en el agua y observan que no ha regresado y se ponen nerviosos; y al final aparece andando tranquilamente minutos después”, explica Adrián.

También hay rescates. Este año, hasta el pasado domingo, hubo ocho actuaciones. Tres en Fontea Valea, tres en Lóngara. una en Altar y otra en Coto. “Una vez se produce el aviso, un socorrista entra en el agua, pero antes avisa a una de las dos lanchas que tenemos y a un técnico de ambulancia. Además, el coordinador, que en este caso soy yo, también voy para allí y otros compañeros ayudan al rescatador. En total somos unas seis personas las que podemos participar en un rescate”, explica Borja Rocha.

Este 2017, en Barreiros trabajan 18 socorristas entre semana y dos más los fines de semana, además de dos técnicos de ambulancia y el coordinador. “Harían falta entre 25 ó 30 personas para tener todo controlado”, dice José López. Y es que el mayor problema “es cuando estamos atendiendo una picadura de ariego, o ayudando a buscar a alguien, que no puedes controlar lo que está pasando en el agua”, dice.

Aunque con el paso de los años hay mayor concienciación de los bañistas, los socorristas tienen que aguantar en muchas ocasiones la falta de respeto que les comentan. “A veces los sacas del agua y no te dan ni las gracias. Lo peor son las actitudes y las faltas de respeto”, apunta Brais. Pero la otra cara de la moneda son algunos niños, a los que han visto crecer después de tantos años trabajando en las playas “y con los que creas un vínculo enorme”.

Ven como cada vez más se concentran más los turistas entre el 15 de julio y 15 de agosto y como eligen, sobre todo, las playas de Lóngara y Altar, que son las más concurridas por los visitantes.

El perfil del socorrista es de un estudiante que aprovecha los meses de verano para sacar algún dinero. Adrián ha estudiado Educación Primaria, Brais cursó una ingeniería técnica de diseño industrial mientras que José López estudió ingeniería eléctrica.

La falta de socorristas es otro de los problemas que ven, aunque dan soluciones. “Los cursos valen 1.500 euros y lo que tu puedes sacar en verano son 2.600 euros por dos meses, si no tienes que pagar alquiler”, dice Borja Rocha. “Tendrían que hacer más cursos en la costa de Lugo y subvencionarlos”, apuntan los tres socorristas, que no ven una mejora en la formación desde que la hicieron ellos a la actualidad.

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